LOS ZAPATISMOS EN UN MUNDO QUE SE DESMORINA
(La Jornada, 15 de febrero del 2013)
El mundo que se
desmorona es la civilización industrial, sostenida por cuatro pilares:
a) la competencia, no la cooperación, entre individuos, empresas,
países; b) los mercados dominados por la lógica capitalista, que
permiten procesos ilimitables de acumulación, centralización y, sobre
todo, de acumulación de riqueza (monopolios); c) el uso predominante de
combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón y uranio); y d) la ciencia y
la tecnología como instrumentos de control y poder. En conjunto, estos
cuatro mecanismos generan un modelo que dilapida la naturaleza y explota
el trabajo humano.
Estos cuatro soportes siguen siendo postulados ciegamente por el neoliberalismo, y reproducidos, extendidos y ampliados por la mancuerna formada por el poder político (partidos y gobiernos sin distinción ideológica) y el poder económico (mercados, empresas, bancos, corporaciones). La crisis de civilización enfrenta ya problemas graves en todas las esferas, alcanza los espacios geopolíticos centrales (Japón, Europa y Estados Unidos) y, lo que es más preocupante, se niega a aceptar que se encamina hacia el colapso. De aquí al 2050 la población llegará a 9 mil millones, el petróleo se habrá agotado (y seguirán el gas y el carbón), la producción de alimentos será insuficiente y los efectos del cambio climático, amplificados y acumulados, serán, para decir lo menos, de severos a catastróficos.
Estos cuatro soportes siguen siendo postulados ciegamente por el neoliberalismo, y reproducidos, extendidos y ampliados por la mancuerna formada por el poder político (partidos y gobiernos sin distinción ideológica) y el poder económico (mercados, empresas, bancos, corporaciones). La crisis de civilización enfrenta ya problemas graves en todas las esferas, alcanza los espacios geopolíticos centrales (Japón, Europa y Estados Unidos) y, lo que es más preocupante, se niega a aceptar que se encamina hacia el colapso. De aquí al 2050 la población llegará a 9 mil millones, el petróleo se habrá agotado (y seguirán el gas y el carbón), la producción de alimentos será insuficiente y los efectos del cambio climático, amplificados y acumulados, serán, para decir lo menos, de severos a catastróficos.
En una entrega anterior ( La Jornada, 31/1/13) ofrecimos
revisar desde una perspectiva ecopolítica el papel que juegan tanto el
(neo) zapatismo del EZLN como ese otro zapatismo representado por miles
de proyectos alternativos que se originan como resistencias frente a la
depredación neoliberal. Ambos coinciden en que son procesos
emancipadores que afirman y sostienen (en diferentes grados) el poder
social, es decir, la autogestión local y/o regional en territorios
concretos. Ambos muestran cómo
salir del capitalismo, para utilizar la frase del filósofo francés André Gorz. Si los cinco caracoles han logrado mantenerse en un extenso territorio de Chiapas por fuera de los procesos hegemónicos de carácter político, económico y sociocultural, resulta por igual interesante que en al menos otras 16 regiones del país existan procesos autonómicos que sin ser explícitamente políticos se mueven en función de valores similares. Estos procesos de autonomía social se caracterizan por rasgos tales como la organización colectiva, la asamblea como instrumento supremo para la toma de decisiones, las prácticas productivas orientadas por el respeto a la naturaleza, la conservación de la biodiversidad, el rescate de la cultura, la acumulación social de capital, la creación de bancos, cajas de ahorro populares, mercados justos y orgánicos, la autodefensa. Una revisión de este otro zapatismo, más de 2 mil proyectos o experiencias con diversos grados de avance, permite distinguir 12 objetivos que implementados logran crear territorios liberados:
Hoy, transformación social, significa salvamento, porque vivimos una
crisis de la supervivencia de la humanidad, del planeta y de la vida
misma. Y esto no se logrará por las dos vías habituales: la electoral o
la llamada violencia revolucionaria. La democracia representativa se ha
vuelto ya inoperante dado el deterioro, corrupción e ineficacia de las
instituciones. La vía violenta es inviable frente a los gigantescos
poderes militares de los estados. Entonces “… si no es posible cambiar
al mundo, cambiemos de mundo”. Sólo el poder social o ciudadano ejercido
en los territorios, primero a pequeña escala y después expandido por la
suma de espacios geopolíticos, logrará la transformación necesitada.
Como sucede ya en otras partes del mundo, este proceso inédito de
carácter ecológico político va ganando reconocimiento dentro de un
novísimo pensamiento crítico. Ahí están los movimientos en India basados
en el swadeshi de Gandhi, los cientos de ciudades del movimiento transition towns en Europa y otros sitios; las trayectorias populares guiadas por el buen vivir en
la franja andina, y especialmente el caso de Cuba, que se ha vuelto un
experimento societario de punta porque, más allá del régimen, ha logrado
remontar el colapso energético (ver: www.youtube.com/watch?v=Vj_DV5ltdes).lAS )
En México los zapatismos constituyen las semillas del cambio
civilizatorio. ¿Lograrán formar un frente amplio social? Escuchemos el
silencio.
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