LOS ZAPATISMOS: UNA MIRADA DESDE LA ECOLOGIA POLITICA
(La Jornada, 1 de febrero del 2013)
Han pasado casi dos
décadas desde aquel amanecer de 1994 en el que la rebelión indígena
neozapatista cimbró al país y sorprendió al mundo. Y han pasado 12 años
desde la publicación de mi libro La paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa, en
el que expuse con base en una detallada secuencia de argumentos
teóricos e información empírica la existencia de un otro zapatismo. En
esa obra puse énfasis sobre la importancia estratégica de la confluencia
de ambos. Hoy resulta conveniente hacer un repaso de lo sucedido con
ambos zapatismos a la luz de los avances del pensamiento crítico y de
los procesos sociales y políticos acaecidos principalmente en
Latinoamérica. Para ello debemos comenzar estableciendo una tesis
central, que aunque atisbada desde aquellos tiempos, hoy es ya una idea
difícilmente rebatible: que los pensadores, partidos y movimientos de
izquierda ya no son la vanguardia del mundo. El pensamiento crítico y
las experiencias sociales más avanzadas se han trasladado a la ecología
política. Y es ahí donde ocurren tanto las reflexiones más certeras
sobre la compleja realidad del mundo contemporáneo como los experimentos
societarios más novedosos y esperanzadores.
Hoy los intelectuales de la izquierda ortodoxa con más visión,
flexibilidad e imaginación, como I. Wallerstein o A. Gunder-Frank, se
han acercado o han tenido que ocuparse del asunto ecológico. Sin
embargo, la gran mayoría de los teóricos ubicados a la izquierda,
incluyendo sus principales figuras, han quedado ampliamente rebasados
por los pensadores europeos y latinoamericanos que han abrazado la
ecología política como un reflejo de las condiciones sin precedente del
mundo de hoy. Entre otros debe citarse a Edgar Morin, Serge Latouche,
Joan Martinez-Alier, André Gorz, Francisco Garrido-Peña, Jorge Reichman,
Ulrich Beck, Hervé Kemp, además de Boaventura de Sousa-Santos, Eduardo
Gudynas, Jean Robert, Angel A. Maya, Carlos Galano, Freddy Delgado y
Leonardo Boff. A la lista deben agregarse los intelectuales indígenas,
que han irrumpido en torno al concepto del buen vivir, así como los
nombres de autores como Ivan Illich, Erich Fromm o Arthur Koestler,
cuyas tesis olvidadas o depreciadas han resurgido. Las diferencias entre
el pensamiento que hoy domina en la izquierda (nacional revolucionaria,
social-demócrata, socialista, marxista o comunista) y los nuevos
intérpretes se ponen en evidencia en los siguientes cinco temas nodales:1. El mundo vive no solamente una crisis del sistema económico capitalista, sino una crisis de civilización que supone obligadamente la reconfiguración de todo el modo de vida moderno, un cambio radical de paradigmas y nuevas maneras de interpretar y analizar la realidad, tal y como lo expresé en un ensayo aparecido en 1992,
Modernidad y ecología, publicado en la revista Nexos, y traducido y publicado en inglés, francés, italiano y portugués. Ver: nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=268735.
2. El objetivo central del análisis de la ecopolítica no es
sólo la explotación de una minoría sobre la mayoría de los seres
humanos, sino la expoliación y destrucción de la naturaleza. Ambos
procesos no son sino las dos caras de un mismo fenómeno, dos actos de
depredación íntimamente relacionados.
3. Hoy el imponente proceso de globalización neoliberal pone en
entredicho las promesas de equidad, progreso y seguridad proclamados
bajo el paraguas de la modernización, pero además ha dado lugar a un
experimento sin controlque amenaza el equilibrio ecológico del planeta, la existencia del ser humano y de toda la vida sobre la Tierra. La incapcidad para detener el calentamiento global, cuya causa principal es la contaminación provocada por el uso del petróleo, los sistemas agroindustriales y la deforestación, dejan ver un movimiento hacia el colapso que tiene como año emblemático el 2050 (ver mi artículo en La Jornada, 10/12/12).
4. Las claves para salir de esta situación extremadamente peligrosa
parecen ser dos: a) la construcción del poder social, civil o ciudadano,
única manera de detener las fuerzas destructivas del poder político
(partidos y gobiernos) coludido o dominado por el poder económico
(corporaciones, empresas y mercados); y b) volver la mirada hacia los 7
mil pueblos orignarios o indígenas del mundo, cuyas culturas
tradicionales o premodernas contienen un conjunto de valores
(reciprocidad, solidaridad, comunalismo, respeto a la naturaleza)
imprescindibles para la regeneración social, cultural y ambiental.
5. Más que pensar en una conciencia de clase, hay que buscar una
conciencia de especie, una conciencia planetaria, pues hoy toda batalla
emancipadora, por muy localizada o focalizada que sea, se pone o del
lado de la destrucción o del lado de la supervivencia. La política ha
entrado de lleno a la era planetaria.
¿Qué podemos decir, con base en todo lo anterior, acerca del
zapatismo del EZLN y del otro zapatismo, representado por miles de
proyectos, con diferentes grados de éxito? ¿Es realmente el zapatismo
chiapaneco un movimiento innovador que cambia la geometría política del
mundo? ¿Cómo se sitúan ambos zapatismos en el difícil escenario
planetario? ¿Y en la ebullición política, social y cultural de los
pueblos indígenas latinoamericanos? Pido paciencia al lector para
esperar mi siguiente colaboración, en la que trataré de responder a
estas y otras preguntas, desde la lente que nos ofrece la ecología
convertida en política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario