¿Y SI NOS AUTODEFENDEMOS?
(La Jornada, 1 de marzo del 2013)
La preocupación se les convirtió en alarma. La
proliferación de las policías comunitarias comenzó en Guerrero hace más de una
década y súbitamente se multiplicaron no sólo en esa entidad sino en Michoacán,
estado de México, Morelos y Tlaxcala, y ya alcanzaron Chiapas (casi 80
comunidades), Puebla y Durango, lo que ha encendido los focos rojos en los tres
niveles de gobierno. Desde la Secretaría de Gobernación, pasando por los
gobiernos estatales, se habla ya de reglamentar, ordenar, legalizar, esas
expresiones de autogestión comunitaria y municipal. Y sin embargo, estos actos
de autonomía podrán no ser legales pero son totalmente legítimos porque
apuntalan la expresión del poder social, ese que ni los políticos y sus
partidos, y mucho menos los empresarios con sus mercados y corporativos,
alcanzan a reconocer. Para los poderes político y económico el poder ciudadano,
civil o social –es decir, los individuos autorganizados–, simplemente no
existe. Y de nueva cuenta, en esta época en que la corrupción ha penetrado el
quehacer político y en que el capitalismo en su fase corporativa alcanza los
más altos índices de voracidad y concentración de riqueza (monopolios), como
nunca antes los ciudadanos, o nos autodefendemos o somos arrasados.
En
México, la inseguridad, la falta de confianza en policías y militares, un
aparato de justicia desprestigiado que hace que 90 por ciento de los delitos no
sean castigados, y una elite de políticos bajo sospecha de corrupción que
comienza con el Presidente y termina en el alcalde, hacen prácticamente
obligatoria la autodefensa. Pero, ¿cómo nos autodefendemos? Hay tres escalas.
La primera es la individual, y aquí la conciencia derivada del conocimiento es
crucial. Debemos defendernos de los riesgos y peligros del mundo moderno o industrial
y aprender a utilizar sus aportes realmente legítimos. La autodefensa
individual promueve la autonomía corporal, mental y espiritual y conlleva
prácticas de salud como la autorreflexión, la meditación y el ejercicio físico.
También obliga a defendernos como consumidores, contra las ofertas tramposas de
servicios y bienes: desde servicios hospitalarios, electorales o bancarios,
hasta productos nocivos, como alimentos con venenos disfrazados de sanos (no
hay una gelatina, un cereal o una bebida que no lleve el anuncio escondido en
letras microscópicas de los conservadores, saborizantes o colorantes
artificiales, de la misma manera que las carnes, lácteos, pollos y pescados
ocultan niveles de toxicidad por contaminantes, hormonas o sustancias diversas).
El
segundo nivel es el del hogar. Aquí la autodefensa doméstica se vuelve una
búsqueda por la autosuficiencia en agua (captura y almacenamiento de agua de
lluvia), energía (mediante generadores solares y eólicos), alimentos (a través
de la autoproducción en patios, jardines y azoteas) y materiales (adobes,
tierras, bambú, etcétera), así como el reciclaje o recirculación de los
desechos, incluyendo aguas usadas, basura orgánica y detritus humanos. ¿Puede
el lector imaginar hogares mexicanos que ya no dependen de la Comisión Federal
de Electricidad, la compañía de gas o la agencia local de agua? Algunos sitios
para corroborarlo: Michoacán: www.tierramor.org;
Tlaxcala: http://www.permacultura.org.mx;
Veracruz: www.bosquedeniebla.com.mx;
Morelos y Edomex: http://www.reddeecoaldeas.org;
Jalisco: www.losguayabos.org; Sonora:
www.loshorcones.org.mx; Quintana
Roo: www.pueblosacbe.com.
El
tercer nivel es el de las comunidades, municipios, regiones. Ahí donde
conjuntos de familias se organizan para realizar una defensa colectiva. Ya en
mi artículo anterior ( La Jornada, 14/2/13)
listé 10 criterios para crear territorios autónomos, y a ello remito a los
lectores. También en esa colaboración ilustramos la importancia de los
zapatismos, el del EZLN y los de inspiración ecológica, en la construcción de
una poderosa fuerza ciudadana. Ambos zapatismos están presentes en unas 17
regiones del país. Aquí debe citarse además todo el movimiento de eco-aldeas
(ver: http://www.slideshare.net/eidonedit/ecohabitat-experiencias-rumbo-a-la-sustentabilidad).
Poder
social es autogestión, autosuficiencia, autoabasto y, por supuesto,
autodefensa. Su construcción puede comenzar por cualquiera de estas cuatro
vertientes, y es eso lo que realmente preocupa a las minorías que desde la
política y/o desde los negocios explotan al resto. Son ejemplos peligrosos
porque si se extienden no sólo a otras regiones o municipios, sino
especialmente hacia los polos urbanos, podrían potenciar un poder paralelo de
carácter emancipador. Un poder basado en la cooperación, la solidaridad y el
apoyo mutuo. Y esto ya comienza a suceder. En las regiones con experiencias
autogestivas, las organizaciones no sólo crean sus propias policías, también se
oponen a la entrada de mineras y megaproyectos de toda índole, y crean
cooperativas, bancos locales, producen alimentos sanos, autoconstruyen
viviendas, radios comunitarias, etcétera. En Jalapa hay un vigoroso proceso de
agricultura urbana y periurbana; en Morelia, dado los altos índices de
inseguridad, los vecinos de unas 60 colonias han tomado el control de sus
calles, y en el Distrito Federal crecen los ecobarrios. La pregunta que surge
es: ¿qué sucedería si todas estas expresiones de autodefensa, generadas por
diversos motivos, en varias escalas y desde diferentes plataformas e ideas, se
logran articular, y empiezan a crear confederaciones o frentes? Esto es lo que
ha sucedido no solamente en el país sino en numerosos rumbos de Latinoamérica,
la región más esperanzadora del mundo. ¿Y si nos atrevemos a tomar la vida en
nuestras manos? ¿Y si nos autodefendemos?
¿Y si nos autodefendemos?
Víctor M. Toledo
L
a preocupación se les
convirtió en alarma. La proliferación de las policías comunitarias
comenzó en Guerrero hace más de una década y súbitamente se
multiplicaron no sólo en esa entidad sino en Michoacán, estado de
México, Morelos y Tlaxcala, y ya alcanzaron Chiapas (casi 80
comunidades), Puebla y Durango, lo que ha encendido los focos rojos en
los tres niveles de gobierno. Desde la Secretaría de Gobernación,
pasando por los gobiernos estatales, se habla ya de reglamentar,
ordenar, legalizar, esas expresiones de autogestión comunitaria y
municipal. Y sin embargo, estos actos de autonomía podrán no ser legales
pero son totalmente legítimos porque apuntalan la expresión del poder
social, ese que ni los políticos y sus partidos, y mucho menos los
empresarios con sus mercados y corporativos, alcanzan a reconocer. Para
los poderes político y económico el poder ciudadano, civil o social –es
decir, los individuos autorganizados–, simplemente no existe. Y de nueva
cuenta, en esta época en que la corrupción ha penetrado el quehacer
político y en que el capitalismo en su fase corporativa alcanza los más
altos índices de voracidad y concentración de riqueza (monopolios), como
nunca antes los ciudadanos,
En México, la inseguridad, la falta de confianza en policías y
militares, un aparato de justicia desprestigiado que hace que 90 por
ciento de los delitos no sean castigados, y una elite de políticos bajo
sospecha de corrupción que comienza con el Presidente y termina en el
alcalde, hacen prácticamente obligatoria la autodefensa. Pero, ¿cómo nos
autodefendemos? Hay tres escalas. La primera es la individual, y aquí
la conciencia derivada del conocimiento es crucial. Debemos defendernos
de los riesgos y peligros del mundo moderno o industrial y aprender a
utilizar sus aportes realmente legítimos. La autodefensa individual
promueve la autonomía corporal, mental y espiritual y conlleva prácticas
de salud como la autorreflexión, la meditación y el ejercicio físico.
También obliga a defendernos como consumidores, contra las ofertas
tramposas de servicios y bienes: desde servicios hospitalarios,
electorales o bancarios, hasta productos nocivos, como alimentos con
venenos disfrazados de sanos (no hay una gelatina, un cereal o una
bebida que no lleve el anuncio escondido en letras microscópicas de los
conservadores, saborizantes o colorantes artificiales, de la misma
manera que las carnes, lácteos, pollos y pescados ocultan niveles de
toxicidad por contaminantes, hormonas o sustancias diversas).o nos autodefendemos o somos arrasados.
El segundo nivel es el del hogar. Aquí la autodefensa doméstica se vuelve una búsqueda por la autosuficiencia en agua (captura y almacenamiento de agua de lluvia), energía (mediante generadores solares y eólicos), alimentos (a través de la autoproducción en patios, jardines y azoteas) y materiales (adobes, tierras, bambú, etcétera), así como el reciclaje o recirculación de los desechos, incluyendo aguas usadas, basura orgánica y detritus humanos. ¿Puede el lector imaginar hogares mexicanos que ya no dependen de la Comisión Federal de Electricidad, la compañía de gas o la agencia local de agua? Algunos sitios para corroborarlo: Michoacán: www.tierramor.org; Tlaxcala: http://www.permacultura.org.mx; Veracruz: www.bosquedeniebla.com.mx; Morelos y Edomex: http://www.reddeecoaldeas.org; Jalisco: www.losguayabos.org; Sonora: www.loshorcones.org.mx; Quintana Roo: www.pueblosacbe.com.
El tercer nivel es el de las comunidades, municipios,
regiones. Ahí donde conjuntos de familias se organizan para realizar una
defensa colectiva. Ya en mi artículo anterior ( La Jornada, 14/2/13)
listé 10 criterios para crear territorios autónomos, y a ello remito a
los lectores. También en esa colaboración ilustramos la importancia de
los zapatismos, el del EZLN y los de inspiración ecológica, en la
construcción de una poderosa fuerza ciudadana. Ambos zapatismos están
presentes en unas 17 regiones del país. Aquí debe citarse además todo el
movimiento de eco-aldeas (ver: http://www.slideshare.net/eidonedit/ecohabitat-experiencias-rumbo-a-la-sustentabilidad).
Poder social es autogestión, autosuficiencia, autoabasto y, por supuesto, autodefensa. Su construcción puede comenzar por cualquiera de estas cuatro vertientes, y es eso lo que realmente preocupa a las minorías que desde la política y/o desde los negocios explotan al resto. Son ejemplos peligrosos porque si se extienden no sólo a otras regiones o municipios, sino especialmente hacia los polos urbanos, podrían potenciar un poder paralelo de carácter emancipador. Un poder basado en la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Y esto ya comienza a suceder. En las regiones con experiencias autogestivas, las organizaciones no sólo crean sus propias policías, también se oponen a la entrada de mineras y megaproyectos de toda índole, y crean cooperativas, bancos locales, producen alimentos sanos, autoconstruyen viviendas, radios comunitarias, etcétera. En Jalapa hay un vigoroso proceso de agricultura urbana y periurbana; en Morelia, dado los altos índices de inseguridad, los vecinos de unas 60 colonias han tomado el control de sus calles, y en el Distrito Federal crecen los ecobarrios. La pregunta que surge es: ¿qué sucedería si todas estas expresiones de autodefensa, generadas por diversos motivos, en varias escalas y desde diferentes plataformas e ideas, se logran articular, y empiezan a crear confederaciones o frentes? Esto es lo que ha sucedido no solamente en el país sino en numerosos rumbos de Latinoamérica, la región más esperanzadora del mundo. ¿Y si nos atrevemos a tomar la vida en nuestras manos? ¿Y si nos autodefendemos?
Poder social es autogestión, autosuficiencia, autoabasto y, por supuesto, autodefensa. Su construcción puede comenzar por cualquiera de estas cuatro vertientes, y es eso lo que realmente preocupa a las minorías que desde la política y/o desde los negocios explotan al resto. Son ejemplos peligrosos porque si se extienden no sólo a otras regiones o municipios, sino especialmente hacia los polos urbanos, podrían potenciar un poder paralelo de carácter emancipador. Un poder basado en la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo. Y esto ya comienza a suceder. En las regiones con experiencias autogestivas, las organizaciones no sólo crean sus propias policías, también se oponen a la entrada de mineras y megaproyectos de toda índole, y crean cooperativas, bancos locales, producen alimentos sanos, autoconstruyen viviendas, radios comunitarias, etcétera. En Jalapa hay un vigoroso proceso de agricultura urbana y periurbana; en Morelia, dado los altos índices de inseguridad, los vecinos de unas 60 colonias han tomado el control de sus calles, y en el Distrito Federal crecen los ecobarrios. La pregunta que surge es: ¿qué sucedería si todas estas expresiones de autodefensa, generadas por diversos motivos, en varias escalas y desde diferentes plataformas e ideas, se logran articular, y empiezan a crear confederaciones o frentes? Esto es lo que ha sucedido no solamente en el país sino en numerosos rumbos de Latinoamérica, la región más esperanzadora del mundo. ¿Y si nos atrevemos a tomar la vida en nuestras manos? ¿Y si nos autodefendemos?
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