La Jornada, diciembre 15,
2006
¡TODOS SOMOS MESÍAS
TROPICALES!
(-contribución a la
crítica de la “modernidad templada”-)
VÍCTOR M. TOLEDO
Durante siglos, las regiones tropicales del
mundo fueron para el imaginario de la civilización europea, las porciones más
enigmáticas, paradisíacas, inexpugnables y peligrosas del orbe. Y no se trataba
solamente de las zonas intertropicales del globo, que aloja montañas, sabanas y
aún regiones áridas, sino especialmente de las áreas tropicales húmedas de las
bajo planicies, ahí donde la lluvia y la temperatura alcanzan sus valores
máximos. La percepción fue, como casi siempre sucede, contradictoria. Por un
lado el atractivo de un paraíso desconocido; por el otro el rechazo hacia un
mundo que resultaba inhóspito e incomprensible.
La selva, y en su denominación más extrema,
la jungla, “el horno genitor donde las energías parecen gastarse con abandonada
generosidad “(Alfonso Reyes), ha sido para el inconciente europeo no sólo un
mundo paradisíaco, sino la fuente de enfermedades, alimañas, monstruos,
amazonas, leyendas increíbles, seres sobrenaturales, organismos exóticos. El
trópico húmedo, hay que recordarlo, es el hábitat originario, el magma vegetal
de donde surgió la especie humana, pero también la raza negra, la magia, el
exceso erótico, el vudú, el candomblé, la música que desquicia. Hubo que
esperar tratamientos directos de artistas, escritores, antropólogos y
científicos, para atenuar la “mitología tropical” generada desde los enclaves
templados y fríos de la civilización urbana, y posteriormente industrial,
gestada en Europa.
“Existen razones
para pensar que todas las naciones que habitan más allá de los círculos polares
o entre los trópicos son inferiores al resto” Esta
frase escrita por el filósofo David Hume en 1748, no es más que un ejemplo de
las ideas que prevalecían entre una influyente porción de la intelectualidad
europea del siglo XVIII. Esta impresión estaba especialmente dedicada a las
culturas aborígenes americanas. En su afán por justificar un sistema de
dominación, las élites dominantes siempre se han empeñado en demostrar la
supuesta inferioridad de sus dominados. Esta falsa impresión que se encuentra
arraigada en lo más profundo de la ideología de los dominadores (sean señores
feudales, rancios nobles, emprendedores burgueses o tecnócratas modernos),
tiende a tomar la forma de "teoría" una vez que encarna en las voces
de sus "intelectuales orgánicos"
Durante el siglo XVIII y buena parte del
XIX, las doctrinas del determinismo racial abonaron las ideas y el discurso de
numerosos intelectuales europeos. Eran por supuesto los tiempos de la expansión
de Europa a través de sus dos principales baluartes: uno económico (el
capitalismo), el otro cognitivo (la ciencia y la técnica). Fue la época en el
que el racismo popular tomó cuerpo de racismo científico al ser postulado,
defendido y argumentado con evidencias supuestamente derivadas de un método. El
número y la variedad de pensadores, naturalistas y filósofos que bajo
diferentes matices asumieron la idea de la superioridad de una raza no deja de
impresionar.
La lista incluye
naturalistas tan connotados como Buffon, Galton, Darwin, Huxley, Agassiz, y
toda una gama de filósofos que incluye a Hume, Voltaire, Raynal, De Paw. Comte
y el apóstol de la filosofía europea de entonces, Hegel. En el campo de la
antropología, las tesis del racismo científico fueron postuladas por James
Cowles Prichard, nada menos que el más eminente antropólogo inglés de la
primera mitad del siglo XIX.
En el caso de
América, el desprecio hacia las culturas tropicales tuvo su origen en el
“carácter inferior” de la naturaleza americana. Esta tesis fue postulada por
Buffon hacia mediados del siglo XVIII, y aunque ahora parece descabellada, se
convirtió en un fantasma que acompañó a todo naturalista estudioso del Nuevo
Mundo, incluyendo a Humboldt y a Darwin. La “teoría” fue de inmediato extendida
a los aborígenes americanos, a quienes Voltaire consideró poco industriosos
además de estúpidos, y con "...menos sensibilidad, menos humanidad, menos
gusto y menos instinto, menos corazón y menos inteligencia..." a decir de
De Paw.
De la infinidad
de argumentos esgrimidos para demostrar la supuesta inferioridad de los
habitantes de América, finalmente encontramos el de su incapacidad para domeñar
a la naturaleza y dar lugar a una civilización avanzada. La legítima paternidad
de la supuesta inferioridad epistemológica corresponde a Francis Bacon a través
de su tratado Novum Organum publicado en 1620. "Existe una solución de
continuidad –afirma Eduardo Subirats- entre la violencia conquistadora definida
por el espíritu medieval de cruzada y la violencia epistemológica, crítica y
racional, derivada de un concepto moderno de dominación técnica de la
naturaleza”.
Con todo esto de por medio, resulta más
fácil comprender porqué Francis Hallé en su extraordinaria obra “Une Monde sans Hiver” documentó lo que parece ser una regla histórica: “…la
colonización siempre ha progresado de las latitudes medias hacia las bajas,
jamás a la inversa, no importa cual haya sido la época o cuál sea la región
considerada”. La expansión europea sobre lo que Eric Wolf llamó los “pueblos
sin historia” fue entonces realizada con la profunda convicción que lo que se
imponía era “civilización” y “progreso”.
Herederas de esa tradición invisible, las
élites contemporáneas del “mundo desarrollado” tienden automáticamente a enviar
a lo tropical y a sus habitantes al traspatio de la historia, pues se perciben
como la expresión más acabada de lo salvaje. Lo salvaje es la antípoda de lo
civilizado, de igual manera que lo excesivo lo es de lo mesurado. Para una
civilización en donde el uso de la razón fue controlando, desplazando y
finalmente aboliendo el mundo de la pasión, única manera de instrumentar un
orden que permitiera el desarrollo de las ciudades, la eficiencia de la
empresa, la disciplina de la industria y el rigor de la ciencia, el “espíritu
tropical” terminó siendo sinónimo de lo irracional, de una fuerza indomable,
incontrolable, primitiva y, por todo ello, incivilizada.
Nada peor para las elites, tras 24 años de
aplicación continua de recetas neoliberales a los males del país (sin que estos
cedieran), que la aparición de un dirigente tropical nacido entre las selvas,
identificado con un pez de los pantanos de una región indígena, entrenado en
las escuelas públicas y enrolado como profesionista con las luchas sociales de
los más necesitados, para encabezar una opción electoral alternativa y crítica.
Quizás por ello, ningún otro candidato
presidencial de la historia reciente ha sido tan furiosamente estigmatizado por
la acción orquestada de sus opositores que Andrés Manuel López Obrador (AMLO):
partidos políticos, medios masivos de comunicación, organizaciones empresariales,
círculos religiosos, periodistas, intelectuales. El linchamiento ha sido, para
decirlo con decencia, desusado. He registrado en vivo la rabia descomunal,
incontrolada, contra el dirigente tropical en los rostros, palabras o letras no solamente de ciudadanos comunes y
corrientes, sino especialmente de miembros de los sectores más privilegiados y
exquisitos: profesionistas exitosos, empresarios, ex-rectores, periodistas bien
habidos. ¿Por qué desquicia tanto la figura de quién ideológicamente es un
social-demócrata mas?
La clave está en la que sin duda es la obra
maestra dentro de esta cruzada: el texto de Enrique Krauze Kleinbort, “El Mesías Tropical” (Letras Libres 90,
junio del 2006). El ensayo, que trató de aparecer como un análisis objetivo e
intelectualmente legítimo, es en realidad un complejo montaje ideológico
dirigido a generar reacciones de temor
entre las elites ilustradas (y no tanto), invocando una vez más los peligros de
lo tropical.
El ensayista no solo adoptó una clara posición
ideológica y política (y el pecado no
está en el atrincheramiento sino en la validez de sus argumentos), sino que
instrumentó una pieza literaria en donde el mensaje final es de nuevo la
exacerbación de la “pasión tropical” como causa de los males, en este caso la
supuesta destrucción de la democracia o, para decirlo en sus propias palabras:
“el descarrilamiento del tren de la democracia”. Pieza ejemplar en la
manipulación subliminal de una percepción inconciente construida a través de la
historia, el ensayo de Krauze Kleinbort está a la altura de las nuevas
creaciones psico-políticas generadas desde el pentágono norteamericano o desde
las nuevas y poderosas iglesias para influenciar y dirigir las mentes
ciudadanas.
Su mayor virtud es que, como agudo intelectual
de la derecha, supo captar con gran destreza aquellos rasgos de la historia y
de la personalidad de AMLO que más inquietan, irritan y atemorizan a las
minorías del país: “Tengo desconfianza
de AMLO –afirmó durante un seminario en el Centro Woodrow Wilson de
Washington DC- y lo encuentro perturbador por razones de su personalidad y las
razones no son razones morales sino razones psicológicas”.
¿Cómo descalificar a un candidato
presidencial mediante un análisis supuestamente psicológico, en vez de ofrecer
argumentos, tesis o razonamientos sobre propuestas políticas o posiciones
ideológicas? ¿No resulta extraño que la larga lista de artículos de opinión
aparecidos en los últimos meses contra AMLO estén centrados justamente en
sospechosos aspectos personales y casi nunca sobre sus planteamientos políticos
contra el neoliberalismo? Uno lee serenamente el último discurso de AMLO (20 de
noviembre) y lo que menos se observa, en el contenido y en la intención, es el
desbordante “mesías tropical” construido por la imaginación de Krauze
Kleinbort.
La validez del “mesianismo tropical” como
categoría sociológica (y política), como fuente de una conflictividad que
impide el desarrollo de la democracia y alienta la violencia humana es
prácticamente indemostrable. Por un lado difícilmente pueden encontrarse
temperamentos agresivos en las culturas originarias tropicales (en México
destacan los tratos delicados y hasta elegantes de huastecos, totonacos,
zoques, chontales o mayas yucatecos). Por el otro no puede soslayarse el hecho
de que la palabra genocidio se inventó en 1944 en las tierras nada tropicales
de Europa, donde tuvo lugar la etapa más violenta y destructiva de la especie:
103 millones de muertos en dos guerras mundiales. No son pues los temperamentos
de la jungla, del calor, de los tambores y del baile los que esconden y
acumulan energías destructoras de lo civilizado sino justamente sus
contrapartes.
El ensayo de Krauze, fue ampliamente
difundido por su autor a través de puntuales entrevistas por cadenas de radio y
televisión y en la prensa (véase Diario Monitor, junio, 13, 2006 y Milenio,
junio, 11, 2006), reproducido en innumerables blogs de la derecha (incluyendo
el proto-fascista “México en Peligro, 2006”), y alcanzó su cenit cuando fue
enviado de manera gratuita a miles de clientes por el gerente de BANAMEX. Dicho
con suavidad, no fue un texto digamos “intelectualmente neutro”, como tampoco
lo fue el manifiesto de 126 intelectuales confirmando la limpieza de las
elecciones que fue usado por el PAN como parte de sus pruebas fehacientes en el
Tribunal Electoral.
La lección develada, es que hoy en día
buena parte de las fuerzas intelectuales conservadoras y reaccionarias perviven
ocultas (están disfrazadas) entre aquellos que mejor representan la “objetividad
científica”, el “triunfo de la racionalidad civilizatoria”, la razón
instrumental, el control de la pasión, la sujeción de lo incivilizado o, en
suma, la “modernidad templada”. Y esta manipulación epistemológica, que encarna
una poderosa violencia sutil, es la heredera de una percepción geográfica e
histórica que derivó en la sujeción de las regiones y poblaciones tropicales
del mundo (la África negra incluida) por sus contrapartes templadas.
Por todo lo anterior, habremos de ver como
las elites atemperadas de los altiplanos centrales y nortes de México serán
asediados y sacudidos por la pasión política de quienes reclaman una vida digna
y un país justo. AMLO será o no rebasado, pero la catarsis de tantas décadas de
injusticia provendrá de las regiones más cálidas y húmedas de la república:
Chiapas, Oaxaca, Veracruz, las costas del pacífico, la “tierra caliente” de Guerrero y Michoacán,
la plataforma Yucateca, las Huastecas, las junglas de Quintana Roo. Y
probablemente, quién lo puede negar, entre los gritos de la muchedumbre uno
será especialmente vigoroso: ¡Todos somos mesías tropicales!
Estimado Dr. Toledo
ResponderEliminarLei con interes la publicación que nos comparte. Coincido con usted de que "nuestro mesias tropical" puede ser el gran disruptor de la alta politica que México requiere para salir del marasmo en que nos encontramos. El control de los poderes facticos en el pais, representan la verdadera oposicion politica que tendra nuestro presidente.
El Lic. López Obrador debe acurrucarse en el regazo de la sociedad mexicana que lo ha empoderado. Somos nosotros, sus principales aliados para que México tome nuevo rumbo.
Baja California esta a punto de escribir una nueva historia política, pues después de 32 años estamos a punto de lanzar al bote de la basura al mal gobierno que tenemos. Solo espero, que todos esos arribistas que como ratas saltan a otro barco, sean mantenidos a raya, para que el proyecto de nación no se contamine.
Como Presidente de la Asociación Bajacaliforniana de Tecnologias en la Educación, reitero mi compromiso para poner sobre la mesa planes de acción que nos permitan empoderar a los ciudadanos de esta región del mundo para que puedan volverse pensadores críticos y no se dejen engañar por esos personajes siniestros que solo buscan el beneficio personal.
Saludos desde Mexicali, México.
Mtro Julio Aviles Romero
Presidente de ABTE
http://cbtis140ecologyclub.blogspot.mx
http://abtemexico.wordpress.com
Estimado Julio, estoy seguro que las ideas del Dr. Toledo encontrarán un gran eco en el sector educativo de nuestro estado, en donde mantienes un liderazgo creativo digno de destacar. Es tiempo de sumar esfuerzos. Un abrazo !
ResponderEliminar"Espero, que todos esos arribistas que como ratas saltan a otro barco, sean mantenidos a raya, para que el proyecto de nación no se contamine." Estoy leendo este palabras con muy respecto. Gracias.
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Muy bien !
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Interesante texto estimado doctor.
ResponderEliminarEso sin contar el eurocentrismo avasallante que predomina en la cultura de nuestro país, haciéndonos partícipes de modelos que no siempre se ajustan a nuestra realidad (una realidad que en algunas regiones es "muy tropical") y que por supuesto nos condiciona, para formar parte de ese mundo inmerso en una economía de mercado que no resuelve las necesidades, inquietudes y aspiraciones de toda la población, mucho menos de los más pobres y que, por otro lado, nos lleva a aspirar a ser lo que los modelos configurados por el capitalismo y su cultura nos proponen (en cuanto a patrones de consumo, abuso en el uso de recursos naturales, acumulación de bienes, cultura del desperdicio, etcétera); dejando de reconocer además, lo que civilizaciones como la China, la Árabe, las propias de Mesoamérica, han aportado al mundo moderno.
Interesante como se trató de construir la imagen de un "mesías tropical", arraigado en una supuesta ignorancia, retraso y anquilosamiento (por su naturaleza), basados en una supuesta y mal intencionada, superioridad de lo procedente de las regiones templadas y la "blanquitd" (si se me permite decirlo), por cierto, más violenta, depredadora, abusiva (y mamona).
Aprovecho para felicitarlo por su nombramiento como Secretario de la SEMARNAT y le deseo mucho éxito. Independientemente de que, los que nos dedicamos de alguna manera, a temas de protección ambiental, tenemos la esperanza de que la política ambiental se posicione como un aspecto prioritario en el desarrollo del país.
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